2015 – II Centenario de la Hermandad de la Aurora de Javalí Viejo (1815-2015) Programa

PREGÓN DE LA AURORA

Día del Rosario 7 de octubre de 2015 Parroquia de Javalí Viejo

Caminaba Jesús Nazareno
Con la Cruz a cuestas con grande humildad
Dos sayones lleva en su compaña
Con un pregonero para declarar

Mi encendido amor por la Aurora y mi admiración y cariño por la Campana del Rosario de Javalí Viejo, que celebra su doscientos cumpleaños, y por todos y cada uno de sus hermanos, son las razones por las que acepté, sin dudarlo, la invitación de mi buen amigo Antonio, auroro de pro, para que hoy, día de la Virgen del Rosario,  pudiera pregonar ante vosotros las excelencias de la Aurora, la riqueza de su canto, la hermosura de su tradición, la condición de los hermanos cantores.

Se ha escrito tanto y tan bien sobre el origen de las Campanas, su razón de ser, sus modos de canto, sus ritos; que cualquiera que hoy quisiera aportar algo nuevo se vería en un serio compromiso del que difícilmente podría salir, por eso no cometeré esa imprudencia, y consumiré mi tiempo ante vosotros contando como es la Aurora vista y sentida desde los ojos de un churubito de la capital sin más relación con su huerta que el cariño, la admiración y el respeto por lo que fue, es, y será ese trozo entrañable de nuestra querida Murcia.

¿Os habéis preguntado alguna vez cual sería la reacción del primer huertano cuando allá por el siglo 17 oyera, en la madrugada del domingo, ese canto monótono, armónico, pausado, que los frailes dominicos cantaban acompañando a su patrona la Virgen del Rosario? El oído de aquel paisano, acostumbrado a los cantos planos, tuvo que sorprenderse de ese canto entonado a varias voces con la polifonía propia de  su raíz bizantina. Pues bien, esa misma emoción, que seguro muchos de vosotros la tuvisteis y aun la tenéis, la experimenté yo en dos tiempos, en dos etapas de mi vida.

La primera cuando bien pequeño de la mano de mi tío Antonio, cada Jueves Santo, en la puerta de Jesús, oía a los auroros entonar sus Salves de Pasión. Esa tradición de acudir a la antigua y mágica cita no la abandoné nunca y cada tarde de Jueves Santo volvía a disfrutar con el ancestral canto, y de nuevo me maravillaba que hombres curtidos en las labores de la huerta, pero no en la disciplina del canto, pudieran construir con sus voces descuidadas esa armonía que cautiva, emociona y en algunos momentos es capaz  hasta de ponerte los pelos de punta.

Tocante a emociones suscitadas por el canto de la aurora permítanme que dé cuenta de un precioso relato sobre ese canto y su capacidad de emocionar.

“Amanecía el día 14 de octubre del año del Señor de 1879. Abiertos los quijeros del cielo, rasgados los negros senos de las nubes por horrísonos relámpagos, se precipita sobre montes y valles la mayor tromba de agua jamás conocida. La avenida del Guadalentín que ya ha devastado Lorca, engruesada con las del valle y rambla de la Biznaga, se une a la del Segura y avanza en toda su extensión borrando cauces, enterrando los cultivos. Arrolla como hojas secas las barracas, arruina el caserío, inunda los pueblos, arrebata los tardos en despertar. La inundación corre por 12.000 hectáreas de los murcianos incontrastable y terrible como la cólera del Dios mismo, es un mar desprendido de las sierras  que en el silencio de la noche oscura corre a buscar otro mar, sembrando a su paso ruina, desolación, terror y muerte. Uno de los pueblecitos más afectados  por la riada de Santa Teresa, resulta ser el laborioso de Nonduermas; tras el paso de las aguas solo quedó en pie la Iglesia.

El Rey Alfonso, el doce, va a venir a Murcia. Conociendo la magnitud de la tragedia ordena al tren que lo transporta que pare en Nonduermas, quiere ver a su pueblo y consolarlo con su real presencia. A la Iglesia del pueblo han acudido aquella tarde los auroros de Rincón de Seca y allí coinciden con el Rey. Tras el Ave María Purísima de ritual rompen una Salve de difuntos en medio de la pena y la emoción de todo el pueblo. Concluido el canto dicen que el Rey lloró y que al verlo alguien exclamó “Dichosos los reyes que lloran con su pueblo”.

Durante muchos años sentí, oyendo a la aurora, la emoción del espectador, pero ya en la edad madura, siendo yo presidente de la Cámara de Comercio de Murcia, se me presentó la ocasión de entrar a formar parte de una Hermandad como hermano cantor. Fue una de las hermosas tardes de Jueves Santo. Con anterioridad habían venido a verme a la Cámara unos hermanos de la Campana del Carmen de Rincón de Seca, querían pedirme una ayuda para celebrar, con el debido boato, uno de los aniversarios de la Campana. No dudé ni un segundo en acceder a su merecida petición y ese Jueves Santo, tras las Salves de rigor,  Antonio el Reales, Ricardo Castaño y Joaquín el Macario, me invitaron, tras el canto de las Salves en la puerta de Jesús, a compartir con ellos y con el resto de hermanos el cordero pascual, tradición secular de la Campana.

Tras la cena, el protocolo indicaba ir a cantar al paso del Cristo del Refugio a su entrada a Trapería, y allí me fui con los que luego, durante tantos años han sido y son mis hermanos. Me situé junto al bajo titular de la Campana: Joaquín el Macario, mi maestro, y allí envuelto en el misterio de ese canto arcano con el Crucificado frente a mí entoné mis primeras notas, eso sí, arropado y tutelado por uno de los mejores bajo que ha tenido la Aurora.

Tuve, naturalmente antes de pasar a engrosar el número de hermanos cantores que someterme a la censura del Hermano Mayor y del resto de los hermanos  de la Campana, pero al final me aceptaron como uno más,  y así pude sumergirme en la magia ancestral del canto de las salves, y  aquella emoción pasiva se convirtió en la más profunda, sentida y querida emoción activa.

Fui y sigo siendo voz de bajo en la Campana del Carmen de Rincón de Seca y sin desmerecer lo más mínimo el valor de las otras voces, digo que esas entradas de bajo y cuarta, esos pedales armónicos especialmente en el estilo de Pasión estremecen de tal forma que las hace signo distintivo del canto de la aurora. Y no solamente ese arrimo me permitió aprender el tono y el silabeo de los distintos estilos, sino algo si no más importante sí para mí muy satisfactorio: participar en la vida, y su manera de entenderla, de mis hermanos auroros huertanos.

He tenido la satisfacción de participar en multitud de despiertas. Ese golpe con el mango de la campana en la puerta de la Iglesia, ese caminar por los senderos de la huerta en una noche oscura y húmeda, alumbrados solamente con la luz del farol, no hay mejor escenario para el canto de la aurora que aquel que tiene por suelo un bancal de la huerta y por techo el cielo estrellado de una noche murciana; esas paradas en casa de los hermanos de tarja, esa voz que, tras la salve, consuela al hermano despierto: “José date la vuelta y sigue durmiendo”, esos “buñuelos” con chocolate y anís cuando la despierta es de San José, ese revuelto cuando lo es de la Purísima, esa emoción que se te agarra a la garganta cuando eres consciente que estás participando en el ritual de una tradición que se pierde en la noche de los tiempos, no tiene precio, no se puede comprender si no se vive, y yo he tenido la satisfacción de vivirlo durante muchos años

Cada uno de los ciclos en que se divide el año auroro tiene su encanto. Pero quizás es en dos momentos cuando alma aurora se eleva hasta cotas difícilmente mensurables: el día de Todos los Santos y el Jueves Santo. La primera salve en la puerta del cementerio, las siguientes en las tumbas de hermanos auroros, cantores o de tarja recorriendo los caminos de la sacramental, y cuando el sol declina, cuando la oscuridad se va enseñoreando del campo santo, esa última salve en el “huesario” no tiene parangón, y si no fuera porque el velo de la noche todo lo oscurece podríamos ver en los ojos de esos hombres bragados y curtidos asomar, no una sino, varias lágrimas de emoción

Y si el homenaje a nuestros hermanos difuntos:

Un hermano del escapulario
falleció y la Virgen apenas lo vio
lo recibe en sus santos brazos
y a su amado Hijo se lo presentó.

Y lo recibió
nuestro amado Jesús en sus brazos
y todas sus culpas se las perdonó.

hace sentir en el corazón de los auroros un sentimiento de amor y esperanza por la vida eterna,, qué os podría decir de lo que se siente cuando en la tarde del Jueves Santo, nos reunimos en la Plaza de San Agustín frente a la privativa Iglesia de Jesús y allí: La Noche de la Pasión, Los Siete dolores, Estando en el huerto orando, la Correlativa, surgen de la garganta de los cantores como el mayor y mejor homenaje que unos hombres sencillos pueden hacer recordando la Pasión y Muerte de Jesús Nuestro Redentor.

Luego habrá encuentros, actuaciones, mayos, reuniones para ensayar; y así día a día , mes a mes, año a año, esas Hermandades van tejiendo un espíritu fraternal entre aquellos que no han dudado en quitarle un tiempo al ocio, al descanso, a la familia para mantener vivo el legado ancestral, el que viene de padres y abuelos, para poder rezar cantando con el canto más emotivo que se haya podido crear.

Este pregonero quiere felicitar a la Campana del Javalí Viejo, heredera de las más antiguas tradiciones auroras, y agradecer el honor y la satisfacción de haberme encargado este pregón que ya va viendo su final.

A todos vosotros hermanos auroros de las Campanas que aún permanecen vivas en nuestra querida Murcia , este pregonero os quiere tributar un público homenaje de reconocimiento por vuestra labor, por vuestra entrega, por vuestro sacrificio,  gracias al cual, a través de tantos años, no solo no se ha perdido, sino que se ha incrementado el tesoro que es el canto de la aurora.

En este mundo complicado en el que nos ha tocado vivir, disfrutar y  en algunos casos penar, cuando la insolidaridad, la tacañería en el servicio a los demás, la mezquindad en él toma y daca, la frialdad en nuestra relación con la Virgen nuestra Madre y su amado Hijo, defectos que han ido creciendo a lo largo de los años, son moneda diaria de cambio, sorprende que hombres curtidos, huertanos de pura cepa, se entreguen, de tal manera, a seguir la tradición trasmitida por sus mayores llenos de amor a la Madre y a la tierra que los ha visto nacer.

Murcia os está agradecida y ese agradecimiento asoma cada vez que dejáis vuestros pueblos y acudís Jueves Santo a Jesús a entonar las Salves de Pasión, o cuando cumplís las antiguas tradiciones de cada uno de vuestros lugares, o cuando asistís al Camposanto a rezar por vuestros muertos, o en los encuentros de Campanas, o cuando en algún evento sois requeridos por los organizadores para dar testimonio de esa hermosa y muy antigua tradición.

Bien orgullosos podéis estar de ser depositarios de la más antigua y querida tradición murciana, y ese orgullo se manifiesta cada vez que al oír el Ave María Purísima, al primer toque de la campana, os disponéis a poner vuestra voz, todos vuestros sentidos, pero sobre todo vuestro corazón, para rezar cantando como hace cientos de años cantaron otros como vosotros enamorados y cautivados por la Aurora. Que el buen Dios, al que honráis con vuestras voces, y su Santísima Madre premien vuestro esfuerzo  con una especial bendición.

D. Adrián Ángel Viudes Viudes
Auroro Carmelita de Rincón de Seca